«Spec Ops: The Line», sangre, alma y arena



Categorías: Juegos
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Llevamos tanto tiempo anunciando y picoteando «Spec Ops: The Line» (véase la sección Trailermanía) que ya es casi de la familia. Pero, naturalmente, hasta que no nos hemos llenado de arena hasta las cejas y comprobado de cabo a rabo su arsenal, nuestra impresión se quedaba a medias. Pues bien, ahora es el momento de concluir que lo último de 2K es uno de los shooters (en tercera persona) más potentes, inteligentes y poderosos de esta temporada. Por varias razones. Ante todo, porque sabe desmarcarse de sus antecesores gracias a la savia nueva imprimida por Yager Development y al gran acierto de localizar el zafarrancho en una Dubái apocalíptica, fantasmal y arrasada, como si fuera una moderna Petra. Un escenario espléndido para que el Unreal Engine 3 campe por sus anchas y logre una de las mejores y más fascinantes ambientaciones que se recuerdan, de un minimalismo a veces magnético, donde tendremos que rastrear hasta el último palmo para encontrar supervivientes.

Con el coronel John Konrad (el nombre no es casual, desde luego) al frente, nuestra misión se irá complicando y enrareciendo según vayamos adentrándonos en las ruinas del crepuscular boato y esplendor de la ciudad, incluyendo sus rascacielos y exabruptos urbanísticos. Y, de postre, nos adentraremos en la psicología (y la ética) de los protagonistas, también mermada y mellada por los acontecimientos, en una dupla marca de la casa y solo al alcance de los virtuosos del género. 15 capítulos con todo tipo de sorpresas, peligros, emboscadas, trampas, estrategias y ataques asilvestrados dentro (por tierra y aire, ojo al uso de las tirolinas), será la columna vertebral del título, aparte del modo cooperativo, breve pero muy intenso, extremadamente realista y con algunos toques macabros y casi nihilistas sobrecogedores, por no hablar de la excelente banda sonora, que se mete como un zumbido en el tallo cerebral acompañando las embestidas a tiro limpio.

Un título extraño, fascinante, claroscuro, de culto… No una revolución en el género (tampoco hace mucha falta a estas alturas), pero sí una delicatessen con algunas estampas y postales desde el filo difícilmente olvidables y que, por raro que parezca, te hacen reflexionar sobre la condición humana y su instinto destructor. Un gran juego, al menos desde nuestro punto de vista y al menos desde el lado de la trinchera que nos ha tocado vivir y padecer.

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