«Twisted Metal», vuelve la bestia



Categorías: Juegos
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Clamaba al cielo que la PlayStation 3 aún no tuviese en sus filas un diablillo sobre ruedas en condiciones de la decana saga «Twisted Metal» (excluyendo algún ejemplar de serie B como «Apocalypse» y «Revolution»). Pues he aquí y, como no podía ser de otra forma, con más ruido, ferretería y brutalidad mech que nunca.Allá por 1995, cuando Duke Nukem andaba en pañales, nacía una franquicia que para muchos era (es) la quintaesencia del videojuego: meterse en el barro de un circo apocalíptico poblado por un puñado de vehículos tuneados por Satanás y emprender una lucha de coches de choque sin cuartel. Tal primario como irresistible. La fórmula, claro, fue evolucionando y hasta sofisticándose, pero la esencia canalla se mantenía a lo largo de una serie de juegos con un público fiel y hasta ferviente. Ahora, tras varios años en el garaje, la escudería infernal regresa con arsenal reforzado y look algo mochales gracias a los carismáticos personajes de la guisa del payaso Sweet Tooth, la muñeca Dollface o el Sr. Grimm, que podremos elegir libremente. La mecánica es sencilla: destruir a todo bicho viviente y rodante que se nos cruce, sin reglas ni cortesías, a través de ocho mapas con 30 circuitos con el cuchillo entre los dientes.

Todo vale, desde conducir coches de helados con tecnología letal punta hasta helicópteros con misiles debajo del sobaco, pasando por karts gigantes, coches fúnebres, ambulancias con bicho dentro… Varios modos de juego, incluyendo multijugador, con nombres tan sugerentes como «combate a muerte», «último hombre en pie», «perseguido» o «bomba atómica», una jugabilidad directa e implacable, muchas trampas y juego sucio y algunas batallas realmente espectaculares con una banda sonora apropiadamente de traca (Rob Zombie, Judas Priest, Iggy Pop…), un excelente doblaje al castellano encabezado por el gran Alfonso Vallés y mucho cachondeo sin vergüenza (aunque, ay, sí con incomprensible censura por parte de Sony) le dan a esta mascletá de acero el sello inconfundible de su creador David Jaffe, un tipo peculiar y que de los de al pan, pan y al vino, vino. ¡Que empiece la masacre!

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