«Batman: Arkham City», alguien voló sobre el nido del murciélago



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Que «Batman: Arkham City» optaba al título de los pesos pesados del año estaba más cantado que una zarzuela. Pero, por si quedaba alguna duda, valgan dos datos: según el 96 sobre 100 de Metacritic, opta a matrícula de honor; y, según las cifras de venta del primer fin de semana en Reino Unido, estamos ante uno de los cinco lanzamientos más potentes de 2011 (duplicando además el récord conseguido por su antecesor «Arkham Asylum» hace un par de temporadas). Muchos parabienes y rosas para un juego que, desde luego, se los merece, y también para Warner Interactive que, pese a lograr salir por la puerta grande, no se duerme en los laureles, ya que el viernes 4 lanza otro título muy esperado: «El Señor de los Anillos: La Guerra del Norte». Y se los merece porque, en esta aventura, la auténtica esencia de Batman se sirve en tarro grande, el de un entorno físico muchísimo más amplio -hasta cinco veces- que el manicomio de Arkham que tanto nos asombró en 2009 (seguramente ese factor sorpresa, de tratamiento de shock al toparnos con una versión lunática y surrealista de las andanzas de Caballero Oscuro, fue la mejor baza para su impacto súbito).

Aquí, Batman es más Batman que nunca, con su virtuosismo en el combate cuerpo a cuerpo, su sagacidad a la hora de resolver puzles en el reforzado Modo Detective y su espíritu de justiciero urbano más acentuado que nunca gracias a las innumerables misiones secundarias desperdigadas por el corazón de Gotham. Tanto, que podría hablarse de sandbox sin temor a quedarse largo. Pero es que el juego es más, mucho más: unos gráficos excelentes (excepto algunas puntuales animaciones algo «robóticas»), una jugabilidad ágil y casi «spidermaniana» y, sobre todo, una nómina de villanos como solo esta franquicia es capaz de ofrecer: Joker, Enigma, Dos Caras, Harley Quinn, El Pingüino, Mr. Freeze y la linda gatita Catwoman, que tiene hasta barriada para ella sola en esta colmena de terciopelo negro.

Lo dicho, un título sencillamente fantástico que cimenta una saga y una marca («Arkham»), y que confirma la increíble capacidad del Hombre Murciélago para reinventarse y revitalizarse, por muchas zancadillas que le pongan (¿verdad, Schumacher?). Oh, muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh, tumba, ¿dónde está tu victoria?

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